¿QUE
ES LA DISLEXIA?
Por Dr. A. A. Tomatis
La
dislexia - o dificultad para leer y escribir- es una dificultad que
afecta a un número considerable de los niños en edad escolar, en todos
los países occidentales.
Muchas
personas ignoran el nombre dado a esas perturbaciones, nombre que además
tampoco figura en todos 100 diccionarios.
¿Qué es la
dislexia?
"Ceguera
verbal transitoria en el curso de la lectura." (Diccionario Quillet,
Pág. 1651.)
"Trastornos
neurológico consistente en una dificultad para leer." (Larousse, 63.)
En
términos más claros, consiste en un bloqueo que provoca desórdenes en la lectura, la escritura y el habla.
La
dislexia es una forma particular de disartria, palabra genérica que
engloba los trastornos del habla consistentes en molestias para la
articulación de la palabra.
Puede
comprender:
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Trastornos orgánicos, como:
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La dislalia o articulación difícil de la palabra; debida a malformación o lesión de los órganos exteriores del
habla (lengua, laringe, labios, etc.).
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La disfasia o dificultad para hablar, debida a lesión
de los centros cerebrales.
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Trastornos funcionales:
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La disfonia o dificultad para emitir los sonidos.
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La discalculia y la disortografía, que son frecuentemente secuelas de la dislexia propiamente dicha.
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Todos
estos términos tienen en común el prefijo griego "dis", que
significa dificultad encontrada para el funcionamiento de un órgano, cualquiera sea la razón.
Principio
básico
La inteligibilidad
transmitida y repetida nos evidencia los medios de que dispone el interlocutor.
Mas, ¡cuántas miserias arrastra ese lenguaje, cuántas distorsiones sufre, cuántas
faltas de ortografía soporta, qué de lecturas perpetuamente mutiladas, pese a
los ejercicios repetidos hasta la saciedad por alumno y maestro!
El disléxico puede llegar
hasta una imposibilidad total para leer. El bloqueo va a la par con el
disfuncionamiento de los oídos. Las palabras se amontonan destruidas, las sílabas
se invierten. Y por descontado que la coincidencia con el texto no se produce.
El principio básico de
toda reeducación reposa, pues, en el restablecimiento del equilibrio auditivo y
de una franca lateralidad; lo que nada tiene que ver con un grado más o menos
pronunciado de sordera.
La dislexia no es una pérdida
de función, una regresión, sino una anomalía de estructura y maduración.
Las estadísticas,
variables según los países, atestiguan que de un 10 a un 15 por 100 de la
población escolar padece trastornos en la lectura, lo que representa una media
de tres a cuatro niños por clase.
El niño que lee, debe leer
bien, tal cual dice Alain en su declaración sobre la educación (párrafo 38):
"La lectura balbuciente no sirve para nada; mientras la mente se ocupe en
reconocer las palabras dejará escapar las ideas."
Síntomas
Estaremos frente a un disléxico
cuando podamos advertir:
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Dificultad
para el aprendizaje de la lectura y escritura. |
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Divergencia entre los
resultados escolares en la lectura y la ortografía, así como entre otras
disciplinas (cálculo especialmente). |
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Divergencia entre el
nivel de lectura y ortografía y el nivel mental del alumno. |
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Un nivel de lectura y
ortografía inferior al medio de la clase. |
Manifestación de la dislexia.
Un niño puede ser disléxico
antes de ingresar en la escuela.
El aprendizaje de la
lectura, primero de 100 mecanismos fundamentales de la enseñanza, constituirá
en cierto modo la prueba
reveladora. En el momento en que ha de adquirir el conjunto de ciertos
mecanismos, el disléxico, hasta entonces virtual, se demuestra "impotente,
incapaz, inepto”: tales son al menos los calificativos que emplean con él los
encargados de enseñarle esos mecanismos en cuestión.
Síntomas
preescolares
Las
raíces de lo que será luego dislexia existen antes de la prueba escolar, pero
no son advertidas. Entre los dieciocho meses de edad y los tres años, sus efectos
son ya perceptibles: retraso del lenguaje, desórdenes en el comportamiento,
inestabilidad, torpeza. Todas las perturbaciones que tienen por origen las malas
relaciones interfamiliares, notándose a veces trastornos del lenguaje ya
fuertemente establecidos, así como en la lateralización, el comportamiento y
la psicomotricidad. Grosso modo, los tres años que separan los principios de
los trastornos relacionales, de la edad escolar, pueden haber arraigado ya un
estado psico-sensorio-motor particularmente alarmante.
Desde
que llega a la escuela primaria, el niño entra en un medio de relación nuevo y
muy diferente del maternal. Tropieza con unas reglas de conducta impersonales,
ya se trate de disciplina o de materias de estudio; cálculo, ortografía . . .
, y con un grupo de niños iguales ante una valoración cifrada; plazas, notas .
. . , frente a un Maestro que detenta el Saber y el Poder.
El niño llega a la escuela para
aprender. Su actitud es generalmente abierta, de buena voluntad. Comienza para
él una aventura nueva, y si bien es cierto que esto le produce la natural
inquietud, también siente la llamada de la novedad excitando su curiosidad. Es
en este con texto donde van a tomar cuerpo los primeros éxitos o los primeros
fracasos.
La
dislexia en potencia afronta la prueba que revela sus limitaciones en el
aprendizaje de la lectura, base de la enseñanza tradicional.
A
partir de esta dificultad hay que encararse con muy variadas consecuencias y
relaciones.
El
disléxico descubre su fracaso en la humillación, el castigo la afrenta, la
inferiorización y la culpabilización.
La
repulsa de la lectura, que nace de esa acumulación destructiva, y la reacción
con la consiguiente imposibilidad de aprender a leer, se generalizan a todo el
trabajo escolar. A partir de este punto, el condicionamiento negativo se
refuerza y se agrava.
Una
vez establecidas las perturbaciones, el disléxico sólo tiene una alternativa
para tratar de compensar su inferioridad: o bien se aferra a las materias que no
precisan de la lectura (gimnasia,
canto, trabajos manuales, etc.), o intenta destacar de sus camaradas mediante
una actitud original (cabecilla de banda, promotor de jaleos, etc.).
Hay
que distinguir dos clases de disléxicos:
El
falso.-- La
dislexia falsa es la consecuencia de un aprendizaje irracional de la
lectura: por ejemplo, por un método global practicado a la ligera, sin soporte
analítico, por cambios de método durante el aprendizaje, por una práctica
insuficiente, por falta de motivación. . . Todo esto puede ser superado con una
enseñanza adecuada en un ambiente pedagógico sano y activo.
El
verdadero.-- Aquí
hay una anomalía en la organización dinámica de los circuitos cerebrales
responsables de la coordinación audio-visual-verbal que aseguran el acto
complejo de la percepción y de la inteligencia en el lenguaje.
Dicho
en términos más claros, ¿cómo aparece un disléxico?
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El dato más característica es la
inversión de letras. El niño escribirá,
por ejemplo LI por IL, NI por IN, etc. Hay cientos de inversiones
posibles. |
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Inversión parecida en
las sílabas de tres letras. Es decir, que escribirá: PRA por PAR, BRA por
BAR, etc. |
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Cabe también el que coloque el final de una palabra
antes del comienzo. |
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El disléxico confunde ciertas letras homófonas para
él en la lectura. Así, D y T, R y G suaves, B y P, etc. |
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También recurre a reemplazar palabras. Cuando lee,
su vista tropieza con una palabra complicada, comprende vagamente su significado
y la sustituye por otra que, a su juicio, es de sentido análogo. Si, por
ejemplo, en el texto aparece TIGRE, asociando la idea de fiera el niño
emplea LEON y salva la dificultad de la pérdida o traspaso de letras (TRIGE
o TIGUE). |
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La
pérdida de letras en las sílabas con tres resulta frecuente: CAMPAR por
COMPRAR, SABE por SABLE. Y es preciso señalar que este aparentemente
sencillo defecto de lenguaje es en un 90 por 100 de 100 casos consecuencia
de la dislexia. |
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Defecto aún
más corriente: duda y corta las palabras por cualquier sitio, o las agrupa mal. Es fácil ver que en el dictado el niño
escribió
UNEN SA YO por UN ENSAYO. No advierte el sentido de la palabra o
palabras, ni tampoco respeta su ortografía. |
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Comprende
mal, o no comprende en absoluto lo que lee. |
Las
causas
En
ningún caso pueden imputarse a bajo nivel mental. Estudios serios han
demostrado que un niño con coeficiente intelectual 60 es perfectamente capaz de
aprender a leer.
Debe
pensarse, en ciertos casos, en posibles trastornos de la vista. Pero son poco
numerosos y fácilmente advertibles, aparte de que en las escuelas se practica
el examen de la vista ante cualquier dificultad que se observe en clase.
Hay
un 5 por 100 de trastornos hereditarios.
Y
hay un 80 por 100 de niños disléxicos a causa de trastornos auditivos
asociados a desórdenes en la representación espacial y la lateralidad.
Son
aquellos niños que sitúan mal los objetos con relación a su cuerpo. En la
lectura fijan la vista en la palabra, tanto más cuanto que intentan encontrar
significados equivalentes en su vocabulario particular. El lenguaje oral se
desarrolla a partir de una percepción auditiva global. El mismo modo de
percepción interviene en la aprehensión visual durante el acto de lectura, ya
que la noción de espacio no puede disociarse de la de tiempo. El disléxico
encuentra dificultades de análisis y síntesis con lo que percibe
auditivamente: es decir, en el tiempo. Y encuentra también dificultades para
realizar con sentido preciso el análisis y síntesis de lo que percibe con la
vista: es decir en el espacio. Los dos aspectos de la percepción, temporal y
espacial, tienen que ir asociados. La percepción sirve, entre otras cosas, para
reflejar en el cerebro el mundo exterior y el cuerpo propio del sujeto. Es
decir: la materia en movimiento. Ahora bien, el movimiento se efectúa a la vez
en el espacio y en el tiempo. Si restablecemos la percepción auditiva
perturbada, forzosamente se producirá una mejora de la noción de tiempo, y
como consecuencia, de la poción de espacio.
Es
indispensable saber que la onda sonora propagada a través de las moléculas
del aire por las consonantes difiere completamente de la generada por las
vocales: el sonido de las vocales y el de las consonantes no tiene la misma
representación en el espacio. En efecto las vocales trazan una onda asociada a
los sonidos, en tanto que la onda de las consonantes se asocia a los ruidos.
Pronunciar una consonante sola es extremadamente difícil sin acudir al concurso
de la vocal. Si decimos "he" no es la consonante la que suena, sino
ella y la vocal "e" que va asociada; cuando pronunciamos
"en", la vocal precede a la consonante, pero también la acompaña,
etc. De intentar pronunciar una consonante sola no percibiríamos nada.
El oído de los niños
afectados de dislexia o disfonía no percibe, o percibe mal, la diferencia
auditiva existente entre una letra que sólo produce un ruido y la misma letra
acompañada de un sonido. Y ello en razón de que no oye, ni siente la línea
metódica. Los ritmos tienen una extraordinaria importancia,
y particularmente los ritmos de las palabras de la frase. Cuando hablamos,
acentuamos. No iremos hasta decir que cantamos, pero casi; toda frase lleva al
menos una cierta parte de melodía, ya buen seguro una gran parte de acentuación
en algunas palabras, en ciertas sílabas y en no pocos grupos de palabras
(grupos rítmicos y grupos fonéticos).
A
partir de un momento dado, las perturbaciones del oído sumergen al disléxico
en una bruma auditiva. Para él la sucesión de palabras no es más que
una especie de ruido constante sin significado alguno.
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